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Joven Repartidor de DiDi Food Se Vuelve Viral al Entregar Pedidos Montado a Caballo

Un repartidor de la plataforma de envíos y entregas de alimentos, DiDi Food, se ha vuelto viral en redes sociales al cumplir con su labor de manera peculiar: montando a caballo. El joven fue capturado en un corto video que ha acumulado millones de reproducciones y numerosos elogios por su creatividad y dedicación.
En el video, el repartidor, equipado con el casco característico de los motociclistas, realiza su entrega de alimentos montando a caballo en lugar de utilizar una motocicleta o bicicleta convencional. Su singular enfoque ha resonado en las redes sociales, generando una respuesta positiva por parte de los usuarios.
El video fue compartido en TikTok y ha ganado popularidad rápidamente, acumulando más de un millón de reproducciones y 120 mil ‘me gusta’. La originalidad del repartidor y su compromiso con su trabajo han generado comentarios positivos y elogios por parte de los espectadores.
La comunidad de usuarios en redes sociales ha elogiado la creatividad y dedicación del repartidor, destacando su enfoque único para llevar a cabo sus entregas. Los comentarios reflejan una apreciación generalizada por la actitud positiva y el ingenio demostrados en el video.
La viralidad de este video también destaca el papel de plataformas como DiDi Food en la transformación de la forma en que se realizan las entregas de alimentos. La flexibilidad y la adaptabilidad de los repartidores contribuyen a experiencias únicas y memorables para los usuarios.
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Una historia que nos invita a reflexionar

En 2015, al borde de una carretera, una pequeña casa azul de techo de lámina comenzó a ser testigo de una vida sencilla pero profunda. Allí vivía una pareja de ancianos que, año tras año, aparecía en las imágenes de Google Maps: tomando el sol, pelando verduras, conversando o simplemente contemplando la vida pasar. No necesitaban nada más, porque se tenían el uno al otro.
El tiempo siguió su curso. En 2020, seguían juntos, compartiendo cada día como siempre. Pero en 2021, la escena cambió: él ya no estaba. Solo ella permanecía, apoyada en la puerta o sentada en el mismo banco donde antes compartían todo.
Para 2023, la casa mostraba las marcas del paso de los años: paredes descascaradas, colores apagados. Y aun así, ella seguía allí, firme, como si esperara en silencio, recordando lo que alguna vez fue.
En 2025, ya no quedaba nada. Ni la casa azul, ni el banco de madera, ni el techo oxidado. Solo un terreno vacío y el eco de una historia que dejó huella en quienes tuvieron la oportunidad de verla.
Hay relatos que no llegan a los periódicos ni a la televisión. Se esconden en rincones olvidados, como la casa donde dos corazones envejecieron juntos, cuya memoria desapareció silenciosamente… pero cuyo testimonio permanece en la mirada de quienes la descubrieron.