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¿Quién es Noa Pothoven y por qué murió?

Noa Pothoven, una adolescente holandesa de 17 años, aquejada de estrés postraumático, anorexia y depresión, murió el domingo en su casa de Arnhem (al este del país).
Víctima de abusos sexuales a los 11 y 12 años, y de violación a los 14, pidió la eutanasia porque ya no podía aguantar más su sufrimiento, pero la clínica se la rechazó.
Tras no poder recibir la eutanasia, la menor decidió “parar de comer y beber, lo que ha provocado su muerte”, según informa Newtral tras contactar con la asociación holandesa NNVE, especializada en educar sobre eutanasia y suicidio asistido en Holanda.
Noa dejó escrito en su cuenta de Instagram el pasado sábado: “Seré directa: en el plazo de 10 días habré muerto. Estoy exhausta tras años de lucha y he dejado de comer y beber. Después de muchas discusiones y análisis de mi situación, se ha decidido dejarme ir porque mi dolor es insoportable”. No puso fecha exacta, pero falleció el domingo.
La adolescente quería dejar de sentir dolor. “No vivo desde hace mucho tiempo, sobrevivo, y ni siquiera eso”, explicó antes de morir. “El amor es dejar marchar. En este caso, así es”, añadió, y aprovechó sus últimos días para despedirse de su familia y amigos. Tenía padres, un hermano y una hermana y le gustaba escribir y los conejos de indias como mascota. Ella estaba en una cama, que había sido instalada en el comedor.
El primer abuso sexual se produjo cuando Noa tenía 11 años en una fiesta escolar. Hasta entonces, había sido una niña alegre y con buenas notas que cursaba la secundaria sin problemas. Un año después volvió a ser agredida, esta vez en una fiesta de adolescentes. Cuando cumplió los 14, la violaron dos hombres en un callejón de su ciudad. No lo dijo y tampoco puso una denuncia en ese momento. Luego sí denunció, y su madre, Lisette, ha explicado que revivir el asalto fue demasiado para su hija. Desde entonces tuvo anorexia y su vida se convirtió en un entrar y salir de hospitales y centros especializados. Al comprobar su estado emocional, los jueces la internaron a la fuerza en una institución durante seis meses: allí la inmovilizaron y aislaron para que no se lesionara. “Nunca, nunca más volveré a un sitio así. Es inhumano”, dijo Noa, tiempo después.
Al salir del centro la anorexia empeoró. Su familia denunció la falta de lugares apropiados en Holanda para casos como el de su hija. Tuvo que esperar seis meses para que la admitieran en una clínica para desórdenes alimentarios y acabó hospitalizada y con una sonda nasogástrica. Su caso llegó a los medios de comunicación nacionales en 2018 y posteriormente publicó un libro, Ganar o aprender, donde contaba su historia.
El libro ganó un premio el pasado marzo, y Noa afirmó entonces: “No sé si seguiré escribiendo”.
Hace unos meses, la adolescente confeccionó listas de cosas que le gustaría hacer, por ejemplo, “ir en moto, fumar un cigarrillo, beber alcohol, pedir un tatuaje y comer una chocolatina”. “Hace años que no las pruebo por mi anorexia”. Al mismo tiempo, y sin que nadie de su familia lo supiera, se puso en contacto con la Clínica para Morir (Levenseindekliniek), un centro privado holandés que practica la eutanasia desde 2013, con licencia, pero fuera del circuito de la medicina pública. A ella acuden en particular personas aquejadas de sufrimiento psíquico, el más difícil de evaluar objetivamente, y que figura en la Ley de Eutanasia holandesa (2002) siempre que no tenga su origen inmediato en una afección física. La clínica rechazó a Noa.
En distintos medios se dio a conocer que los médicos la habían ayudado a morir. “Debido a razones de privacidad no podemos hacer ningún comentario. Nos remitimos a lo que han dicho los amigos de Noa esta tarde: “No fue una eutanasia, dejó de sufrir, dejó de comer y beber”.
Según relató, había “dejado de comer y beber durante un tiempo” y subrayó que estaba “todavía respirando pero sin estar viva”, lo que la llevó “después de muchas conversaciones y revisiones” a suicidarse rodeada de sus “padres y amigos, y todos los seres queridos”. Sus padres y los médicos acordaron no obligarla a ser alimentada.
FUENTE: El País
Internacionales
Donald Trump ordena implementar la pena de muerte en Washington D.C.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó un memorándum dirigido a la fiscal general, Pam Bondi, y a la fiscal del Distrito de Columbia, Jeanine Pirro, en el que instruye la implementación “plena” de la pena de muerte en la capital estadounidense. La medida revierte la abolición de la pena capital en Washington D.C., vigente desde 1981, y busca responder a lo que la administración califica como un aumento de la criminalidad en la ciudad.
Según el memorándum, los fiscales federales deberán buscar la pena de muerte en todos los casos apropiados bajo la legislación federal, particularmente en delitos graves como homicidios y asesinatos de agentes de policía. Además, se indica que ejercerán jurisdicción federal para garantizar la aplicación de la pena capital, en lo que la administración Trump considera una acción necesaria para mantener la seguridad.
La decisión ha generado un amplio debate. Expertos legales y organizaciones de derechos civiles han expresado su preocupación por la posible violación del derecho de autogobernanza de Washington D.C., cuya población ha rechazado la pena de muerte en referendos anteriores. También se cuestiona el impacto de esta medida sobre las normas legales y la autonomía local.
Esta acción forma parte de una serie de iniciativas del gobierno de Trump para expandir el uso de la pena de muerte a nivel federal, incluyendo la reactivación de ejecuciones federales tras la pausa durante la administración de Joe Biden. La medida consolida un cambio significativo en la política criminal de la capital estadounidense y promete generar un intenso debate jurídico y político en los próximos meses.