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Fallece Zeus, el perro más alto del mundo según Guinness, debido a complicaciones de salud

Zeus, el perro que ostentaba el título de ser el más alto del mundo según el Libro Guinness de los Récords, ha fallecido a causa de complicaciones de salud. El can, un gran danés, sucumbió al cáncer que padecía y a una neumonía de la que no pudo recuperarse.
La familia de Zeus, residente en Texas, compartió la triste noticia y destacó que, a pesar de contar con los mejores médicos y enfermeras que trabajaron incansablemente las 24 horas del día para ayudarlo, lamentablemente estaba demasiado enfermo”.
Brittany Davis, la dueña de Zeus, consideraba al imponente perro como un miembro más de su familia y lo describía como un hijo. Tras la pérdida de Zeus, compartió en redes sociales: “Zeus murió con la cabeza en el regazo de su madre, recibiendo caricias en las orejas y besos hasta el final”.
El gigantesco can tenía un poco más de tres años de edad y había enfrentado una amputación previa, lo que desencadenó una neumonía. Además, Zeus luchaba contra el cáncer de huesos.
Zeus era una sensación en las calles y a menudo sorprendía a las personas por su tamaño, siendo comparado en ocasiones con un caballo. A pesar de su terquedad ocasional, brindó numerosos momentos de alegría y felicidad a su familia.
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Una historia que nos invita a reflexionar

En 2015, al borde de una carretera, una pequeña casa azul de techo de lámina comenzó a ser testigo de una vida sencilla pero profunda. Allí vivía una pareja de ancianos que, año tras año, aparecía en las imágenes de Google Maps: tomando el sol, pelando verduras, conversando o simplemente contemplando la vida pasar. No necesitaban nada más, porque se tenían el uno al otro.
El tiempo siguió su curso. En 2020, seguían juntos, compartiendo cada día como siempre. Pero en 2021, la escena cambió: él ya no estaba. Solo ella permanecía, apoyada en la puerta o sentada en el mismo banco donde antes compartían todo.
Para 2023, la casa mostraba las marcas del paso de los años: paredes descascaradas, colores apagados. Y aun así, ella seguía allí, firme, como si esperara en silencio, recordando lo que alguna vez fue.
En 2025, ya no quedaba nada. Ni la casa azul, ni el banco de madera, ni el techo oxidado. Solo un terreno vacío y el eco de una historia que dejó huella en quienes tuvieron la oportunidad de verla.
Hay relatos que no llegan a los periódicos ni a la televisión. Se esconden en rincones olvidados, como la casa donde dos corazones envejecieron juntos, cuya memoria desapareció silenciosamente… pero cuyo testimonio permanece en la mirada de quienes la descubrieron.