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¿Por qué se dice que el 24 de agosto el ‘Diablo anda suelto’ a las 11 de la noche?

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Este 24 de agosto a las 11 de la noche, la creencia popular sugiere que algo misterioso y aterrador ocurre, ya que es conocido como el Día del Diablo. Si bien esta fecha coincide con la celebración de san Bartolomé Apóstol, también se rodea de leyendas que vinculan al Diablo con este día en particular.

Según estas creencias y leyendas, el Diablo se cree que anda suelto en esta fecha y se asocia al 24 de agosto debido a un curioso relato. Según la historia, Lucifer habría escogido esta fecha para cometer sus fechorías.

La leyenda cuenta que Satanás murió un 24 de agosto, en un evento poco común: una carrera contra san Bartolomé Apóstol. Se dice que el santo, además de predicar la palabra de Jesús, era un erudito en la ley judía y dueño del valle de Chicama, una región próspera del Perú, donde se origina esta leyenda.

El Diablo -según la creencia religiosa- movido por su ambición por las riquezas de esas tierras, retó a san Bartolomé Apóstol a una carrera. A pesar de que el Maligno tenía la ventaja inicial, un acto inesperado ocurrió: san Bartolomé Apóstol se arrodilló y pidió la intervención de Dios. Con esta ayuda divina, se volvió tan fuerte que logró saltar de un lado a otro del río.

El Demonio intentó hacer lo mismo, pero fracasó y cayó al lago, donde pereció. Desde entonces, se cuenta que cada 24 de agosto, la gente debe evitar salir de sus casas, ya que se dice que “el Diablo anda suelto”.

La leyenda del Diablo relata que, tras perder la carrera, juró venganza, y cada 24 de agosto rompe sus cadenas para llevar a cabo malas acciones contra cualquier persona que se cruce en su camino.

Según esta creencia, desde las 11 de la noche del 23 de agosto y durante todo el 24 de agosto, las personas deben evitar salir de sus hogares, ya que se cree que el Diablo está dispuesto a engañar y causar daño a quienes se aventuren por las calles durante ese tiempo.

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Una historia que nos invita a reflexionar

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En 2015, al borde de una carretera, una pequeña casa azul de techo de lámina comenzó a ser testigo de una vida sencilla pero profunda. Allí vivía una pareja de ancianos que, año tras año, aparecía en las imágenes de Google Maps: tomando el sol, pelando verduras, conversando o simplemente contemplando la vida pasar. No necesitaban nada más, porque se tenían el uno al otro.

El tiempo siguió su curso. En 2020, seguían juntos, compartiendo cada día como siempre. Pero en 2021, la escena cambió: él ya no estaba. Solo ella permanecía, apoyada en la puerta o sentada en el mismo banco donde antes compartían todo.

Para 2023, la casa mostraba las marcas del paso de los años: paredes descascaradas, colores apagados. Y aun así, ella seguía allí, firme, como si esperara en silencio, recordando lo que alguna vez fue.

En 2025, ya no quedaba nada. Ni la casa azul, ni el banco de madera, ni el techo oxidado. Solo un terreno vacío y el eco de una historia que dejó huella en quienes tuvieron la oportunidad de verla.

Hay relatos que no llegan a los periódicos ni a la televisión. Se esconden en rincones olvidados, como la casa donde dos corazones envejecieron juntos, cuya memoria desapareció silenciosamente… pero cuyo testimonio permanece en la mirada de quienes la descubrieron.

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