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Figura de Cheems, el perrito del meme, aparece en el cielo al estilo de Los Simpsons

Una imagen curiosa ha capturado la atención de los internautas, recordando una escena mítica de Los Simpsons. En la fotografía, tomada frente a un cielo naranja de atardecer, las nubes se alinean formando la silueta de Cheems, el popular lomito del internet.
La partida de Cheems dejó un vacío en el corazón de muchos seguidores, llevando a algunos a creer que el influyente perrito ha encontrado maneras de manifestarse en diferentes formas ante sus admiradores.
Un grupo de usuarios compartió la imagen en plataformas digitales, especialmente en Facebook, afirmando que las nubes se asemejan a Ballitze, el nombre real de Cheems. La silueta de Cheems en la imagen es casualmente una de sus icónicas posturas, sentado y de perfil.
La imagen remite a una escena memorable de Los Simpsons, en el episodio titulado “Homero se despide de su madre”. En este capítulo, el personaje principal de la serie animada, Homero Simpson, busca a su madre, quien creía fallecida. Sin embargo, descubre que ella había decidido abandonarlo cuando era niño para protegerlo de la intolerancia de su padre.
La madre, Mona Penelope Janet Simpson, reaparece en la vida de Homero años después, pero fallece poco después y es cremada. La escena en la que Homero esparce las cenizas de su madre en una colina se volvió icónica en la serie, evocando emociones y recuerdos familiares.
La imagen de las nubes que asemejan a Cheems en el cielo remite a esta escena, evocando sentimientos de conexión y recuerdo similar a lo que Homero experimentó en Los Simpsons. Una curiosa coincidencia que ha resonado en la comunidad en línea.

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Una historia que nos invita a reflexionar

En 2015, al borde de una carretera, una pequeña casa azul de techo de lámina comenzó a ser testigo de una vida sencilla pero profunda. Allí vivía una pareja de ancianos que, año tras año, aparecía en las imágenes de Google Maps: tomando el sol, pelando verduras, conversando o simplemente contemplando la vida pasar. No necesitaban nada más, porque se tenían el uno al otro.
El tiempo siguió su curso. En 2020, seguían juntos, compartiendo cada día como siempre. Pero en 2021, la escena cambió: él ya no estaba. Solo ella permanecía, apoyada en la puerta o sentada en el mismo banco donde antes compartían todo.
Para 2023, la casa mostraba las marcas del paso de los años: paredes descascaradas, colores apagados. Y aun así, ella seguía allí, firme, como si esperara en silencio, recordando lo que alguna vez fue.
En 2025, ya no quedaba nada. Ni la casa azul, ni el banco de madera, ni el techo oxidado. Solo un terreno vacío y el eco de una historia que dejó huella en quienes tuvieron la oportunidad de verla.
Hay relatos que no llegan a los periódicos ni a la televisión. Se esconden en rincones olvidados, como la casa donde dos corazones envejecieron juntos, cuya memoria desapareció silenciosamente… pero cuyo testimonio permanece en la mirada de quienes la descubrieron.