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Emma Coronel, la esposa de El Chapo Guzmán, obtiene la prisión domiciliaria

La esposa de Joaquín El Chapo Guzmán, Emma Coronel ha conseguido el arresto domiciliario después de haber pasado 15 meses en una prisión de mínima seguridad. La tercera esposa de unos de los capos más famosos del narcotráfico ha sido trasladada de Texas a California, donde pasará las últimas semanas de su sentencia por tráfico de drogas y lavado de dinero. Coronel, de 33 años, será liberada el 13 de septiembre próximo.
La cadena Univision ha documentado que la narcotraficante fue trasladada el 30 de mayo desde la prisión FMC Carswell, cerca de Dallas, a California, donde se encuentra en instalaciones que dependen de la Agencia Federal de Prisiones. El complejo es administrado por un contratista del Departamento de Justicia. Coronel se encuentra en San Pedro, una comunidad costera al sur de Los Ángeles, cerca del de Long Beach.
Coronel forma parte de un proyecto de reinserción social federal que facilita la transición a la libertad para los internos que están en la etapa final de sus sentencias. El sistema tiene más de 7.000 personas en 22 centros en todo el país. Este permite a los reclusos abandonar las instalaciones penitenciarias durante el día para buscar trabajo. Allí se ofrece también asistencia médica para dejar de depender de drogas y otras sustancias ilícitas, asesoramiento sobre finanzas personales y ayuda para buscar casa. Por las noches, sin embargo, todos deben volver a sus celdas, que asemejan pequeños condominios.
En noviembre de 2021, Coronel, quien tiene las nacionalidades mexico estadounidense, fue sentenciada a 36 meses de prisión por actividades relacionadas con el Cartel de Sinaloa, la organización delictiva que encabezaba El Chapo, 33 años mayor que ella. Para obtener una pena más favorable, la pareja del capo se declaró culpable ante un tribunal de Washington de haber traficado a Estados Unidos al menos cinco kilos de cocaína, otro más de heroína y al menos medio kilo de metanfetaminas.
Durante el proceso judicial quedó claro que Coronel también tuvo un papel muy importante en la famosa fuga que El Chapo protagonizó del penal del Altiplano de México. La justicia estadounidense comprobó que Emma sostuvo algunas reuniones para preparar la huida, la segunda en la cuenta del narcotraficante, y que incluso facilitó la compra del predio adonde llegaba el túnel que se había excavado para que Guzmán Loera escapara. Para que su esposo pudiera orientarse bajo tierra, Coronel le regaló un reloj que contenía un navegador de GPS.
Coronel fue arrestada el 22 de febrero de 2021 cuando aterrizó en el aeropuerto de Dulles, Virginia, a las afueras de Washington D.C.. Al día siguiente comenzó su periplo judicial que inició con una petición de la Fiscalía de cuatro años de cárcel. Estuvo un año en una prisión de ese Estado. En febrero de 2022 llegó al centro penitenciario de Texas, una institución hospitalaria y de mínima seguridad en la que estuvo hasta finales de mayo.
Coronel vivió de niña en California, pero se crio en Canelas, un remoto pueblo del estado mexicano de Durango, enclavado en el Triángulo Dorado. Este, el punto de confluencia de las regiones de Chihuahua, Durango y Sinaloa, es una de las zonas de dominio del cartel comandado por Guzmán Loera e Ismael El Mayo Zambada. Emma, quien fue reina de belleza en su localidad, forma parte de una dinastía que tiene varios vínculos con la organización. Sus hermanos, Omar y Edgar, también fueron detenidos y encarcelados. Este también auxilió en la espectacular fuga protagonizada por El Chapo, quien hoy pasa el resto de su vida en un centro de máxima seguridad. Coronel Aispuro, en cambio, pasará sus últimas semanas como reclusa bajo una laxa supervisión.
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Una historia que nos invita a reflexionar

En 2015, al borde de una carretera, una pequeña casa azul de techo de lámina comenzó a ser testigo de una vida sencilla pero profunda. Allí vivía una pareja de ancianos que, año tras año, aparecía en las imágenes de Google Maps: tomando el sol, pelando verduras, conversando o simplemente contemplando la vida pasar. No necesitaban nada más, porque se tenían el uno al otro.
El tiempo siguió su curso. En 2020, seguían juntos, compartiendo cada día como siempre. Pero en 2021, la escena cambió: él ya no estaba. Solo ella permanecía, apoyada en la puerta o sentada en el mismo banco donde antes compartían todo.
Para 2023, la casa mostraba las marcas del paso de los años: paredes descascaradas, colores apagados. Y aun así, ella seguía allí, firme, como si esperara en silencio, recordando lo que alguna vez fue.
En 2025, ya no quedaba nada. Ni la casa azul, ni el banco de madera, ni el techo oxidado. Solo un terreno vacío y el eco de una historia que dejó huella en quienes tuvieron la oportunidad de verla.
Hay relatos que no llegan a los periódicos ni a la televisión. Se esconden en rincones olvidados, como la casa donde dos corazones envejecieron juntos, cuya memoria desapareció silenciosamente… pero cuyo testimonio permanece en la mirada de quienes la descubrieron.